Los políticos suelen ser conservadores en las políticas sobre la regulación de drogas. Solo unos pocos países están empezando a legalizar las blandas y la simple mención a que las duras vayan por el mismo camino suena a tabú. Pero cuando no están en el poder, algunos tienen un discurso más contundente. Es el caso de Michelle Bachelet, expresidenta de Chile y alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos.

En la 26ª conferencia sobre reducción de daños de Harm Reduction International (HRI), que se celebra estos días en Oporto, la política dio unas cuantas razones por las que el modelo actual no está funcionando. “La llamada guerra contra las drogas se basa en que las medidas de represión […] harán que su consumo desaparezca. Pero sabemos, por experiencia, que esto no es verdad. Después de décadas con este enfoque, los países que lo adoptaron no están libres de drogas. Por el contrario, el rango y la cantidad de sustancias que se producen y consumen hoy es mayor que nunca”.

Bachelet fue desgranando en su discurso datos que refuerzan su tesis:

  1. Entre 2000 y 2015 ha habido un aumento del 60% en las muertes relacionadas con las drogas: 450.000 fallecimientos en 2015, según la Organización Mundial de la Salud. “Las políticas represivas han impedido abordar algunos de los factores sociales que agravan la vulnerabilidad de un individuo ante el consumo y sus resultados nocivos”, ha asegurado.
  2. Más del 80% de las personas que se inyectan drogas viven con hepatitis C o han tenido una infección, y padecen un riesgo 23 veces mayor de contraer el VIH. Aunque la incidencia mundial del virus del sida disminuyó en un 25% entre 2010 y 2017, entre las personas que se inyectan drogas y sus parejas está aumentando. “A pesar de esto, las intervenciones efectivas de reducción de daños, que podrían prevenir su propagación, carecen o están gravemente insuficientes en muchos países”, añadió Bachelet.
  3. En el mundo hay algo más de 10 millones de presos.

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