El pepino plastificado me mira con languidez desde la nevera. Su carne flácida transparentándose por el envoltorio innecesario y su código de barras personalizado me angustian. Es un símbolo de todo lo que hago mal como consumidora. Comprar sin pensar. Comer sin planificar. Destruir el planeta.

Mi dramática historia con este pepino en particular empezó, como tantas otras últimamente, en el grupo de WhatsApp de padres. Lo primero que llegó a “Mamma Mía 1º de Primaria” fue este vídeo que si tienes móvil también te habrá llegado. 34 segundos a tope de tambores invitándote a unirte a “un reto viral para salvar el planeta”:

Lo ha hecho Hope (esperanza), una página que crea y comparte vídeos sobre medio ambiente. El “boicot a los alimentos envueltos en plásticos” durante la semana del 3 al 9 de junio es una iniciativa de Zero Waste España, un grupo de Facebook que aboga por la reducción de residuos, y el momento coincide con el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el 5 de junio (más información aquí y aquí).

Una madre mandó el vídeo de marras al grupo el sábado, cuando yo ya había comprado el pepino. Enseguida, otra vio la apuesta y subió cinco más el domingo enviando el llamamiento de unos niños italianos ideales en una playa sucísima que al final te piden que recicles para conseguir un mundo mejor. “Fallo per me”, repiten uno detrás de otro. Si tienes alma, lagrimilla.

La tercera madre en participar fue directamente al órdago proponiendo: “Tira el plástico en el suelo de los supermercados después de comprar. A ver si pillan el mensaje”. El mensaje, señores de los supermercados, es que las madres de familia son muy punkis y están hartas de que les plastifiquen los pepinos. Si no ven el nicho, están ciegos.

Total, que mi chat escolar (cole público, mayoría de padres y madres profesionales liberales, clase media urbanita) devino en una declaración de intenciones que muchas familias ya han tomado: algunos participan en grupos de consumo (compran frutas,

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