Todas las personas en algún momento de su vida están expuestas a la frustración por distintos motivos: no satisfacer algún deseo o tener la sensación de no poder alcanzar una meta, no encontrar la felicidad o la satisfacción en aquello que hacen (por ejemplo un trabajo o una carrera), por sentirse rechazadas o excluidas en determinados ambientes o quizás por una decepción amorosa o el abandono de la pareja.

Son muchas las razones o motivos que pueden llevarnos a esa frustración, que los expertos definen como un sentimiento que se genera en un individuo cuando no puede satisfacer las expectativas que se ha propuesto ante una situación concreta (deseo, proyecto, ilusión…).

Los especialistas también señalan que este sentimiento negativo se experimenta de manera natural, sin embargo, también se educa. De ahí que cada persona ante una situación idéntica la gestione de una manera distinta y tenga diferentes formas de afrontarla. Algo que comúnmente se conoce como tolerancia a la frustración.

¿Cómo puede afectar la frustración a la salud y al día a día de quien la sufre? La frustración es un sentimiento negativo que se exterioriza a través de expresiones de disforia (lo contrario a euforia): tristeza, ansiedad, inquietud, irritabilidad… Mal gestionada puede desencadenar conductas autodestructivas, estados depresivos, sentimientos de ira y rabia muchas veces incontrolados,

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