Más de un padre y una madre primerizos se asustan cuando ven a su pequeño o pequeña con un reguero de sangre bajándole desde la nariz. Y aunque eso es normal y forma parte del instinto protector de los progenitores, se trata de algo muy común y en la mayoría de los casos no hay nada que temer.

¿A qué se debe?

Normalmente hay dos causas para este problema. La primera, diríamos, es que el niño o niña ha estado ‘buscando petróleo’ (es decir, hurgándose la nariz) y ha roto algún pequeño vaso sanguíneo. La segunda suele ser que el aire está demasiado seco, lo que irrita y reseca las mucosas.

En cualquiera de los dos casos no se trata de un problema grave y no hay un riesgo significativo de complicaciones.

Otras causas posibles son la alergia a algún agente ambiental (lo que tampoco es grave, pero sí es conveniente hacer pruebas para averiguar el alérgeno y tratarla) o los resfriados, en los que sonarse frecuentemente puede provocar la rotura de algún vaso.

¿Cuándo hay que preocuparse?

Las hemorragias nasales en los niños deben ser motivo de preocupación cuando sean demasiado frecuentes, si sospechamos que el niño puede haberse introducido algo en la nariz (y que permanezca ahí), si al niño le aparecen moratones con mucha facilidad (lo que puede ser síntoma de hemofilia y problemas de coagulación),

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