El centro de menores dels Til·lers. Foto y Vídeo: GIANLUCA BATTISTA

En el centro de justicia juvenil Els Til·lers hay más batas blancas que rejas. El recinto está sellado a cal y canto, no se abre una puerta hasta que se cierra la anterior y los internos no pueden salir a placer. Pero de puertas adentro, el ambiente sanitario, con consultas y sesiones de terapia, se impone sobre el penitenciario. En el centro se atiende a menores y jóvenes que, además de haber tenido conductas delictivas, padecen algún trastorno de salud mental muy grave y adicciones. Educadores, enfermeros, psicólogos y psiquiatras realizan terapias intensivas para reinsertar a los jóvenes socialmente, mejorar su estado de salud y ayudarlos a combatir el doble estigma que arrastran.

“En la unidad trabajamos con internamientos terapéuticos en los cuales, más allá de la medida judicial que haya impuesto un juez, prima el interés superior del menor y su mejoría clínica. En el fondo, la conducta delictiva es, en muchos casos, un síntoma más de los conflictos internos que tienen y de su enfermedad mental”, explica Maria Ribas, psicóloga clínica y coordinadora de la Unidad Terapéutica de Els Til·lers. Uno de cada dos jóvenes que ingresa en centros de justicia juvenil en Cataluña necesita una atención inmediata de los servicios de salud mental. De ellos, alrededor del 8% precisa, por su gravedad clínica, una intervención más intensiva y son trasladados a Els Til·lers.

“Hay un aumento progresivo de la demanda porque crece la problemática de salud mental. Había una lista de espera de cinco u ocho casos”, admite, Joan Anton Cercero, director del centro. La Generalitat acaba de ampliar de 12 a 20 las plazas disponibles en el centro para absorber esa lista de espera. “La ampliación era necesaria porque había una carencia de plazas para estos jóvenes”, asume Cercero.

Cada día, los chavales, de entre 14 y 21 años, disponen de un rato para hacer deporte a primera hora de la mañana, asistir a clase o a talleres formativos,

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