Los tratamientos estéticos con toxina botulínica de tipo A, conocida comúnmente por su nombre comercial, Bótox, son, desde hace dos décadas, de los más demandados del mundo para atenuar las líneas de expresión y disimular así las arrugas. Su precio no demasiado elevado, sus efectos inmediatos -aunque temporales- y, sobre todo, que no hay que pasar por el quirófano lo convierten en un tratamiento estético con muchas ventajas. Sin embargo, al tratarse de un medicamento, tampoco está libre de efectos secundarios y contraindicaciones.

La Doctora Virginia Sánchez, Directora Médica de Clínicas Dorsia, nos habla de esta proteína, sus indicaciones en estética y de sus efectos.

Conocemos a la toxina botulínica tipa A como Botox porque fue el primer nombre con el que se comercializó. Se trata de una sustancia, concretamente una proteína “generada por la bacteria Clostridium botulinum. Esta molécula interfiere en la transmisión nerviosa provocando una parálisis temporal y reversible de la musculatura”, explica la doctora. Esto explica que atenúe las arrugas dinámicas, es decir, aquellas que se producen por la expresión del músculo o contracciones musculares.

El Botox “interfiere con la conexión neuromuscular produciendo una parálisis temporal y reversible del músculo tratado. Esta parálisis temporal frena la aparición de las famosas arrugas de expresión, permitiendo la generación de matriz extracelular (colágeno, elastina, ácido hialurónico…) en la zona de la arruga, lo que suaviza o elimina las arrugas asociadas al envejecimiento o a expresiones utilizadas como estrés, tristeza o mal humor”, aclara la doctora.

La toxina botulínica tipo A se recomienda, por tanto, en personas que quieren “prevenir, eliminar y/o suavizar las arrugas de expresión que aparecen con el paso del tiempo en la zona de las patas de gallo, la frente o el entrecejo”.

De hecho, estas son las zonas más demandadas, aunque también se puede utilizar modificar ligeramente la posición de las cejas, elevar un poco la cola lateral para aportar luminosidad a la mirada. Los tratamientos duran unos 20 minutos y se administran mediante pequeñas microinyecciones prácticamente indoloras. El paciente se va a casa una vez finalizado el tratamiento.

Después del tratamiento, cuyos efectos duran entre seis y ocho meses de media, el paciente puede notar algunas molestias, como dolor local, edemas o cefalea. Sin embargo, esto suele ocurre pocas veces y, según apunta la doctora, “debido a una mala técnica de inyección,

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