Los dos hospitales psiquiátricos penitenciarios españoles, ubicados en Alicante y Sevilla, solo tienen un psiquiatra cada uno cuando según su relación de puestos de trabajo deberían contar con el triple. Los expertos consideran imposible en tal circunstancia que cumplan su objetivo de curar a los 455 internos que suman entre ambos, algunos de los cuales fueron declarados autores, pero no responsables, de graves crímenes. El motivo: bajas que llevan años sin cubrirse y la dificultad de Instituciones Penitenciarias para encontrar médicos. Sus responsables admiten el problema, pero no lo ven “alarmante”.

Los hospitales penitenciarios alojan a personas cuya participación en un delito ha sido declarada en un juicio, pero que son inimputables al no ser consideradas responsables de sus actos. Un ejemplo son los actos cometidos durante un episodio psicótico, un delirio que implique una ruptura con la realidad. La ley contempla su internamiento en centros específicos como “medida de seguridad”. Su reclusión está diseñada con una finalidad de contención, evitar que hagan daño a otros o a sí mismos, y de curación. Sin contar Cataluña, que tiene transferidas las competencias penitenciarias y presenta una ratio mucho mejor de psiquiatra por interno, en España hay dos hospitales penitenciarios. Fontcalent (Alicante), que tiene 298 reclusos y Sevilla, con 157. Los tipos de trastornos que sufren son muy heterogéneos. Y el motivo que les ha conducido allí también: desde actos penados con menos de tres años de cárcel a homicidios múltiples.

Cuatro expertos en psiquiatría penitenciaria consultados consideran inviable que con un solo psiquiatra los internos puedan recibir el tratamiento que precisan. “Es completamente insuficiente”, afirma Iñaki Markez, que fue responsable del grupo de investigación Salud Mental en Prisión y es miembro de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. “Un solo psiquiatra no permite hacer prácticamente nada más que los informes rutinarios para la justicia y los tratamientos más básicos. Es una situación muy precaria”, añade Enrique Pérez, psiquiatra en la prisión de Alicante que trabajó también en el psiquiátrico de Fontcalent.

“Hay que cubrir esas plazas,

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