Controlar la curva es el objetivo número uno en la lucha contra el coronavirus, para evitar el colapso sanitario, y medidas como el distanciamiento social o el confinamiento son imprescindibles para reducir su incidencia. En España el estado de alarma está activo desde el 15 de marzo y tras un periodo de dos meses de medidas restrictivas, comienza la desescalada por fases. La efectividad de este proceso dependerá de muchos factores, entre ellos el compromiso de la ciudadanía.

Sin intentar hacer predicciones, es posible visualizar tres escenarios dependiendo del porcentaje de población que se encuentre confinada: sin medidas, distanciamiento y restricciones severas.

Esta visualización es extrapolable al momento actual en cuanto a que es posible elegir ese grado de confinamiento e ir reduciéndolo o aumentándolo en virtud de la laxitud de las medidas, que no debería, pero puede ir de la mano de la relajación de su cumplimiento por parte de la población.

El punto de partida es una hipotética población sana de 200 personas, que se encuentra confinada al 70%, y una tasa de contagio de tres personas por cada infectado, que es la tasa aproximada que se ha asociado en diferentes momentos para la Covid-19. No es posible en este modelo que un infectado contagie a una cuarta persona sana.

El primer escenario muestra a una población que se enfrenta al virus sin ningún tipo de medida de contención. Al incluir un paciente cero (que es en esta población modelo el primer contagiado), los contagios se multiplican y no tarda en infectarse con el virus todo el grupo. En este caso, la curva exponencial muestra un crecimiento acelerado y descontrolado. Es una situación similar a la que se produciría si después de un periodo de confinamiento como el que ha vivido España, de repente se eliminasen todas las medidas.

El segundo escenario muestra el distanciamiento social. En este caso,

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