Eladio González Miñor es un asturiano afincado en Palma de Mallorca. Presidente de la Federación de Distribuidores Farmacéuticos (Fedifar), dirige la Cooperativa d’Apotecaris, que suministra medicamentos a casi medio millar de farmacias de Baleares. Son días agitados para el sector: el mercado de productos sanitarios se rige por la ley de la selva. Las estafas son moneda corriente y el distribuidor se mueve a ciegas. En medio de la crisis, el flujo de remedios terapéuticos no puede parar. Desde semanas su mayor preocupación es que los negocios estén bien abastecidos y nadie acapare medicamentos. González reparte su tiempo entre la cooperativa, la patronal y la farmacia. Por ser parte del personal sanitario no está obligado a guardar la cuarentena, una medida que ha conferido a Palma una estampa similar a la de un refugio de zombis.

Lunes

7.30 horas. Me levanto. No suelo tomar desayunos copiosos. El mío se reduce a café con leche, seguido de la medicación que tomo por mi edad. Nada más ducharme me voy, bien para la farmacia, bien para la cooperativa d’Apotecaris, de la que soy presidente. Suministra medicamentos y productos sanitarios a 443 farmacias de Mallorca, Ibiza y Formentera.

12.30 horas. Con el coronavirus, hemos tenido que marcar el suelo de las farmacias, trazar caminos, señalar la distancia que debe guardar el cliente con respecto al mostrador, poner mamparas de metacrilato para garantizar esa separación que trata de proteger sobre todo a los empleados, pues están muy expuestos a un contagio. Antes, cuando advertíamos al consumidor que debía mantener un metro y medio de distancia con el farmacéutico, se lo tomaba mal. Ahora todo el mundo lo entiende.

17.30 horas. Voy a la cooperativa. En el almacén hay unas 30.000 referencias de medicamentos que se ponen a disposición de las farmacias dos y tres veces al día. Es muy importante procurar que no se produzcan desabastecimientos por acopio.

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