Algunas especies de mosquitos son las encargadas de transmitir la malaria. Una enfermedad curable, que, sin embargo, cada año se cobra miles de vidas. El camino a su erradicación parecía despejado hasta que en 2015 los avances se estancaron. ¿Qué pasó? La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar su balance anual y el director del programa de la erradicación de la malaria, Pedro Alonso, aporta algunas claves para entender en qué punto estamos.

¿A cuánta gente mata cada año?

En 2018, a 405.000 personas. El año anterior se estima que acabó con la vida de 416.000. Un total de 228 millones de personas viven con la enfermedad. «Lo importante es que no aumenta, nos hemos estabilizado, pero la cifra en la que esto ha ocurrido sigue siendo demasiado alta. Nadie puede estar contento con estos resultados», explica Pedro Alonso. Sus palabras tienen un toque pesimista porque el descenso es poco si se compara con los espectaculares resultados de principios de siglo. Entre 2000 y 2015 las muertes cayeron un 60%

¿Por qué no hemos acabado con ella si tiene cura?

La situación a principios de los 2000 era tan crítica, que todo lo que se puso en marcha tuvo un resultado exitoso en un plazo relativamente breve. Pero tras los logros, llega el momento de afinar para reducir esta enfermedad. La falta de inversión, la necesidad de programas más precisos y la urgencia de implicar a los Gobiernos de los países más afectados son algunas de las claves en las estadísticas de los últimos tiempos.

Este año se ha producido una recaudación récord del Fondo Global de la Lucha contra la Malaria, el Sida y la Tuberculosis, una especie de hucha internacional en la que los países y entidades internacionales aportan dinero para la causa. «Es una buena noticia pero no va a ser un salto cualitativo, el Fondo tiene sus límites. Cuando divides esa cantidad entre 90 países ves que tampoco va a tocar a mucho más.

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