José Viña puso hace unos meses a su madre, de 96 años, a subir todos los días seis pisos por la escalera, y asegura que su salud ha mejorado. “Cuando se va a entrenar me dice que no tiene ganas, para en el tercero a respirar, y le sube el pulso, pero los sube. Al principio le costaba más, pero ahora no sigue subiendo porque arriba solo tiene el terrado. Luego, eso sí, baja en ascensor, las caídas bajando son muy peligrosas”.

Viña, quien acaba de cumplir 65 años, es catedrático de Fisiología en la Universidad de Valencia y, desde hace 30, dirige un grupo multidisciplinar dedicado a investigar cómo mejorar la vida en la vejez, que afortunadamente, dice, es cada vez más larga. Él se aplica el cuento. Además de no fumar, su dieta es rica en vegetales y pescado, y bebe vino con moderación. Juega al tenis todas las semanas, corre 15 minutos casi a diario, los martes hace pilates y dedica al menos un cuarto de hora cada mañana a la meditación. La entrevista tiene lugar en el Palacio de Congresos de Valencia, al final de una maratoniana jornada de ponencias en el Longevity World Forum, en el que acaba de intervenir.

Pregunta. En este congreso se ha oído definir a la vejez como una enfermedad. ¿Usted qué cree?

Respuesta. No estoy de acuerdo. No puede ser una enfermedad algo que le pasa a todo el mundo, para ello tendríamos que cambiar el concepto de enfermedad. Lo que podemos aceptar es que el envejecimiento no satisfactorio requiere un tratamiento.

P. El gerontólogo Aubrey de Grey ha dicho que en no mucho tiempo podremos vivir mil años. ¿Qué opina?

R. Con arreglo al paradigma científico actual, eso no es verdad. Es cierto que en solo una década, entre finales del siglo XIX y principios del XX, la teoría cuántica y la teoría de la relatividad revolucionaron la física. En ciencia nadie puede estar seguro de lo que va a pasar.

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