El 18 de noviembre se celebra el Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos y toda esta semana tiene lugar la Semana Mundial de Concienciación sobre este asunto. El principal motivo de este tipo de campañas es concienciar a la sociedad en general y los profesionales sanitarios sobre el uso correcto de este medicamento, pues el mal uso de los antibióticos es la principal causa de la aparición de las conocidas como ‘superbacterias’, organismos resistentes a los antibióticos que provocan cada año 33.000 muertes en Europa, 3.000 de ellos en España, según fuentes del Ministerio de Sanidad. Además, La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) calcula que en 2050 habrán muerto en nuestro país casi 78.000 personas por esa causa, un impacto comparable al de la gripe, la tuberculosis y el sida juntos.A pesar de las campañas, todavía existen una serie de mitos -y algunas verdades- en torno al uso de los antibióticos. Estos son los más extendidos:Este es el mito más extendido y el más peligroso, pues los antibióticos sólo actúan cuando existe una infección bacteriana, no las producidas por virus o los hongos. Por eso, no son eficaces para tratar gripes o resfriados, como todavía piensa el 36% de la población en España. En ocasiones, los antibióticos pueden ser eficaces en complicaciones derivadas de la gripe o los resfriados, como otitis, sinusitis o algunos tipos de neumonía, pero no para la enfermedad en sí. Es más, ni siquiera en todas las amigdalitis (placas en las amígdalas) está indicado el uso de antibióticos, por eso cada vez más médicos realizan una pequeña prueba en la consulta para determinar si se trata o no de una amigdalitis estreptocócica, que sí es una infección bacteriana.En muchas ocasiones, después de tratamiento con antibióticos encadenamos otro tipo de infección, como candidiasis, pero esto no se debe a que os bajen las defensas, sino a la alteración de la microbiota. El antibiótico, al no discriminar entre bacterias ‘malas’ y ‘buenas’, termina con gran cantidad de bacterias que tienen funciones positivas en nuestro organismo. Esto hace que proliferen otro tipo de organismos, como los hongos. Sin embargo, esto solo suele ocurrir en tratamiento prolongados y suele ser pasajero. Lo que nos debilita y nos hace sentir cansados es la enfermedad en sí, no los antibióticos.Como explicamos en el punto anterior, los antibióticos pueden provocar una alteración en nuestra microbiota intestinal y lo que se conoce como diarrea secundaria,

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