Por muy bien que se lleve una pareja o por muy sólida que le parezca su relación es inevitable que, en ocasiones, la discusión llame a su puerta y no por ello hay que alarmarse y llevarse las manos a la cabeza. Discutir es humano, tanto cuando hay una relación amorosa por medio como en otro tipo de relaciones, lo importante está en saber diferenciar la discusión del enfado, no asociarla con ningún tipo de violencia (ni siquiera la verbal) y entender que verbalizar los problemas es el camino para encontrar un punto de encuentro y una posible solución.

Dicho esto, cuando se discute hay que saber cómo abordar o gestionar la conversación para que ésta sea lo más constructiva posible. Es decir, el problema no está en la discusión en sí sino en cómo llevarla a cabo para llegar a buen puerto.

Se trata de detectar cuál es el problema principal a abordar, de no aprovechar la discusión para sacar a relucir viejos conflictos que no vienen a cuento, de entender que discusión debe ser sinónimo de comunicación, de saber escuchar al otro sin interrupciones, de ser asertivos (poseer la capacidad de expresar las opiniones, los sentimientos, las actitudes y los deseos) y de buscar el momento adecuado para hacerlo.

Con motivo de la publicación de su libro Amor del bueno (JdeJ Editores,

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