La frustración puede llegar a afectarnos hasta el punto de alterar nuestro funcionamiento habitual. A menor tolerancia a la frustración, las personas tienen también mayor dificultad para controlar las emociones, se convierten en seres más impulsivos e impacientes, tienen menor capacidad para enfrentar la espera, reaccionan de manera explosiva con ataques de ira o de tristeza extremos, poseen menor adaptabilidad, están más desmotivadas y pueden llegar a desarrollar cuadros de ansiedad o depresión ante las dificultades.

Sin embargo, existen diferentes estrategias psicológicas que pueden ayudar a las personas a combatir o reducir los efectos de la frustración. Estas son algunas de las recomendadas por los expertos:

– Principalmente, reconocer la emoción y los pensamientos que sobrevienen en el momento de frustración para reconducirnos a la calma. En este sentido es importante aprender a aceptar nuestras limitaciones como seres humanos que tienen fortalezas pero también debilidades. En el momento que sentimos frustración es muy habitual que se generen respuestas impulsivas que pueden tener consecuencias muy negativas, por lo que cuanto más conscientes seamos de la emoción más fácil va a ser recuperar la calma.

– Tomarse una pausa. Tras esa ‘bofetada’ que nos provoca una situación o hecho frustrante es importante hacer siempre una pausa para analizar la situación y buscar la mejor solución que nos haga volver a un estado de estabilidad emocional.

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