Si contemplar la imagen que encabeza este artículo te resulta extrañamente desagradable, no estás solo. Aunque no hay nada que temer ante ella (se trata, tan sólo, del inofensivo fruto del loto sagrado o Nelumbo nucifera), su estructura con celdillas abiertas es lo que provoca esa sensación, conocida como tripofobia, en algunas personas.

La tripofobia, pese a su nombre, no es una fobia en el sentido psicopatológico del término (de hecho, no está recogida en el DSM, principal referencia diagnóstica de los trastornos mentales) sino más bien una repulsión que se origina en muchas personas al ver o estar cerca de objetos con figuras geométricas muy juntas, especialmente si contienen agujeros.

En los casos más extremos, algunos afectados por este fenómeno dicen sentir cosquilleos, hormigueos, náuseas o picores en el cuerpo. En algunas personas, incluso, puede provocar niveles de ansiedad bastante elevados que lleven a evitar los desencadenantes.

Lo interesante es que, tal y como recoge un artículo publicado en el medio científico Frontiers in Psychiatry, la tripofobia podría de hecho tener un origen en la evolución de los seres humanos como especie.

A este respecto, existen dos teorías. Una de ellas señala que, en tiempos antiguos, podría haber servido para evitar animales venenosos (que a menudo portan patrones vistosos y geométricos en su piel) o colonias de insectos (cuyos nidos a menudo están formados por celdillas geométricas muy juntas).

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