Se habla mucho del ciclo menstrual, de la ovulación, la menstruación… pero a menudo nos olvidamos de una fase igual de importante que las anteriores y que también influye de manera directa en la fertilidad. Se trata de la fase lútea o luteínica, la fase más larga del ciclo menstrual cuya función es vital para conseguir que se implante el embrión y el embarazo siga adelante.

La fase lútea tiene lugar justo después de la ovulación y se prolonga hasta el día antes de la menstruación, es decir, que comprende casi la mitad del ciclo, desde el día 13-14, hasta el 26-27, para periodos de 28 días.

Durante esta etapa, el folículo que ha hecho madurar el óvulo queda vacío tras la ovulación. En este folículo se desarrolla una pequeña nueva glándula de color amarillo cuya función es segregar progesterona, que es la hormona que favorece y protege el embarazo. Esto provoca que sea posible que se constituya el cuerpo lúteo, muy rico en colesterol. Gracias a las hormonas que se segregan, el endometrio se prepara para albergar y nutrir el óvulo fecundado hasta que pueda hacerlo de la sangre materna a través de la placenta. Además, el cuello del útero segrega un moco espeso que impide la entrada de gérmenes que perjudiquen el desarrollo del óvulo fecundado.

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