Durante los últimos meses estamos viviendo tiempos extraños, ajenos, distópicos. Y sin embargo, así son nuestros tiempos, así es la experiencia colectiva más importante en lo que llevamos de siglo XXI. Sin quitar importancia a otros acontecimientos relevantes pasados (guerras y migraciones) o actuales (cambio climático), lo especial de la pandemia es que la Covid-19 no solo es global, sino inesperada –al menos para la población no experta–.

Además, afecta a la salud y la supervivencia propias y de nuestras familias, primero, y a nuestra economía, después. Es bastante razonable y adaptativo sentir miedo, inquietud e incertidumbre sobre lo que nos deparará el futuro.

Cuando todos éramos iguales

Lo primero que me gustaría afirmar es que somos los supervivientes de la Covid-19 y es este hecho nos permite hacer planes, experimentar y, en definitiva, vivir.

Si reflexionamos sobre lo que estamos dejando atrás, podríamos dividirlo en dos etapas. En la primera, igualitaria y cohesionada, compartíamos el confinamiento y las normas restrictivas acerca de nuestra libertad individual que, salvo excepciones, nadie había vivido anteriormente.

De este periodo son los aplausos desde las ventanas a sanitarios, fuerzas de seguridad, personal de comercios, repartidores, etc., así como las canciones-himno que coreábamos con entusiasmo. Aplausos y canciones nos llevaron a confraternizar, a solidarizarnos con nuestras vecinas y vecinos, a conocerlos. Era un momento esperado por todos que rompía la monotonía del encierro hogareño, del teletrabajo (para los afortunados que pudimos seguir trabajando) y de la escuela on-line .

Simultáneamente, de forma proactiva, personas o colectivos tomaban la iniciativa y fabricaban mascarillas, batas, pantallas o respiradores, movidos por las ganas de contribuir a mejorar la situación con sus capacidades y recursos.

Desescalada y comparativas

En la segunda etapa, dejamos de compartir la misma realidad. Los balcones se callaron, cesaron los aplausos y los himnos. Hemos vuelto a ser diferentes y a hacer algo que nos encanta: compararnos.

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