La fiebre tifoidea es una de esas enfermedades que, en occidente, antaño fueron comunes pero, afortunadamente, en la actualidad prácticamente han desaparecido. Con todo, sigue siendo un problema grave en muchos países en vías de desarrollo que daña especialmente a los niños.

La fiebre tifoidea es el cuadro que produce la infección por la bacteria Salmonella typhi. Se conoce también como fiebre entérica, pero hay que remarcar que se trata de una enfermedad distinta al célebre tifus, provocado por bacterias del género Rickettsia.

Es una enfermedad digestiva, que se contrae principalmente por la vía fecal-oral o por la ingesta de agua o alimentos contaminados, a veces por el contacto con moscas (que la transmiten de una fuente a otra en ambientes poco higiénicos).

Los principales síntomas de la fiebre tifoidea son la diarrea, la gastroenteritis, sudoración profusa, fiebre alta constante (en torno a los 40º) y, en casos más raros, un tipo característico de sarpullido.

Esta sintomatología va apareciendo lentamente a lo largo de un período de incubación de entre 10 y 15 días, con trastornos como tumefacción de la mucosa nasal, cambios en la coloración de la lengua, úlceras o diarrea.

Una vez que la fiebre alcanza los 40º, la intensidad de la misma es suficiente como para que los delirios sean frecuentes,

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