Podemos establecer cierta simetría entre los tiempos del medievo y los actuales. La correspondencia viene dada por la reacción de sorpresa del ser humano ante la invasión parasitaria, es decir, ante la epidemia causada por organismos que vencen nuestras defensas.

Si bien, en la Edad Media, la sorpresa venía condicionada por la religión, en nuestra época viene condicionada por el culto al precio del dinero. La crisis económica que venimos sufriendo desde hace más de diez años, y que se conoce como Gran Recesión, ha traído un estupor semejante al que pudieron haber sentido nuestros iguales cuando sus cuerpos se vieron castigados por la peste negra. Como si hubiéramos pecado por encima de nuestras posibilidades, miramos al cielo y pedimos perdón por haber firmado hipotecas a interés compuesto. Algo parecido.

Estas similitudes son las que convierten al neoliberalismo en una pseudociencia que manifiesta la misma debilidad de argumentos que podría mostrar una pseudoreligión. De hecho, cuando un modelo no funciona -porque no se corresponde con la realidad- se desecha científicamente. La realidad no hace trampas. Con todo, no hemos venido aquí a hablar de ciencia económica, sino del ciclo biológico de la denominada peste negra; una epidemia que alcanzó su punto máximo en la Europa de mediados del siglo XIV.

Para ello nos vamos a servir de uno de los trabajos más completos en lo que se refiere a visitantes indeseados y letales del organismo. Se trata del libro firmado por William Hardy McNeill con el título Plagas y pueblos (Siglo XXI), publicado hace ya algunos años.

Las ratas devoran a un difunto, según una representación de 'Le Miroir Historial', del siglo XV, que se conserva en el Museo Condé de Chantilly.Las ratas devoran a un difunto, según una representación de ‘Le Miroir Historial’, del siglo XV, que se conserva en el Museo Condé de Chantilly.

En el citado trabajo, el que fuera profesor emérito de Historia en la Universidad de Chicago, nos pone sobre la pista del bacilo que provocó el desastre (Yersinia pestis) y que se haría fuerte en la intimidad de las madrigueras de roedores que habitaban la estepa.

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