La placenta baja o previa «es la implantación de la placenta sobre o cerca del orificio cervical interno», según el Manual MSD. Suele afectarles a aquellas mujeres que fuman, tienen una edad avanzada, han pasado por una cesárea previa o presentan anomalías uterinas como los miomas.

En el desarrollo de un embarazo normal, la placenta se adhiere a la parte superior o lateral del útero. Pero, la placenta baja o previa cubre todo el cuello uterino obstruyéndolo tanto parcial como completamente. La Clínica Universidad de Navarra (CUN) clasifica a este tipo de placenta en diferentes grados.

El primer grado es la placenta previa central y total que cubre por completo el cuello uterino, el segundo es la placenta previa parcial que deja un margen pequeño del cuello sin obstruir, el tercero es la placenta marginal que ocurre cuando esta llega al orificio cervical interno y el cuarto es la inserción baja cuando la placenta está en el segmento uterino inferior.

La placenta baja o previa se diagnostica con una ecografía transvaginal o abdominal, por eso, conviene acudir a las citas que establezca el especialista. Además, la Asociación Americana de Concepción informa que esto afecta a «1 de cada 200 mujeres en el tercer trimestre de embarazo».

El Manual MSD indica que, por lo general, la placenta baja o previa suele resolverse por sí sola a las 28 semanas de gestación cuando el cuello del útero se hace más grande. Sin embargo, es posible que esto no ocurra, por lo que debe haber un control para evitar algunos riesgos asociados.

El primero de los riesgos puede ser una mala presentación fetal, es decir, que el feto sea mucho más grande o se encuentre en una posición para el parto que no sea la más adecuada. Cuando esto se ve en las ecografías suele recomendarse la cesárea cuando sea el momento del parto.

El segundo de los riesgos es la rotura temprana de membranas que puede provocar «hemorragia intraverticular en los recién nacidos», como advierte el Manual MSD, que puede generar trastornos del neurodesarrollo.

El tercero de los riesgos puede ser la restricción del crecimiento fetal o PEG que puede hacer que el bebé sufra un retraso en su crecimiento. Esto puede provocar que nazca más pequeño y aumenta las complicaciones por «asfixia perinatal,

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