Desde el estallido del brote de coronavirus y la COVID-19, nuestro lenguaje de uso coloquial y cotidiano se ha llenado de terminología especializada: pandemia, cepa, clúster, curva de contagio, o siglas como OMS, EPIs, SARS, MERS. Términos, expresiones y conceptos que, hasta ahora, eran de uso casi exclusivamente limitado a ámbitos médico-sanitarios y científicos.

Estas palabrejas, hasta ahora desconocidas por la gran mayoría, han conseguido hacer que el registro de nuestras conversaciones haya pasado de ser coloquial a formal.

Palabras científicas como ‘trending topics’

Echemos un vistazo a los siguientes ejemplos.

Segundo día de estado de alarma, Whatspp de Lucía, mi compi de trabajo: «Desde que se declaró la situación de alarma por el brote de coronavirus, no salgo de casa sin mi mascarilla, mis guantes y mi gel hidroalcohólico».

Quinto día de confinamiento, nueve de la mañana, sección de noticias de la tele, un experimentado biólogo comenta: «Según la OMS, el periodo de incubación puede llegar a ser de 24 días, en los que existe un alto riesgo de propagación comunitaria por la acción patógena del virus».

Si analizamos los ejemplos anteriores, apreciamos cómo estos enunciados que, a simple vista, encajarían en un contexto comunicativo informal entre amigos o compañeros, adquieren un tono más formal y riguroso, simplemente por el mero hecho de utilizar esas nuevas palabras. Todo un léxico que ha pasado a ser tendencia absoluta en conversaciones, medios de comunicación y redes sociales.

Ya no hablamos de mantener la distancia a secas, sino de mantener la «distancia social» para evitar la «propagación comunitaria de persona a persona».

Ya no decimos que nuestro gobierno ha decretado el estad de alarma, sino que nos encontramos en un estado de «emergencia de salud pública ante un brote pandémico».

El término «curva», que hasta ahora utilizábamos en contextos como «las curvas del camino, del río o de la carretera» o «tener curvas de infarto»,

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