Albert Gort camina por Barcelona con una valija negra en cada mano. Tiene 45 años y vive en la calle desde hace un año, cuando perdió su trabajo. Con una playera a rayas y una barba canosa de tres días, era hasta hace poco un hombre que no sabía dónde conseguir comida o una ducha en la ciudad. Gort es una de las 1.468 personas sin techo que han ingresado en el centro abierto de la Fundació Arrels, desde julio del año pasado, que desconocen dónde acceder a los servicios sociales, según cifras publicadas este miércoles por la entidad.

Entre los casos que menciona Arrels existen perfiles variados. Comentan el de un hombre que, en los últimos meses, tuvo el apoyo de amistades pero que desde hace dos días duerme en la calle; o el de otra persona que acudió para asearse porque tenía una entrevista de trabajo. También explican que han ayudado a jóvenes que, al cumplir los 18 años, han salido de los centros de menores.

El director de la fundación, Ferran Busquets, afirma que atienden a una media de 122 personas cada mes. “Lo que más agradecen es que alguien los escuche y les dé apoyo. Aparte de eso, lo que la gente nos pide más son los servicios higiénicos como las duchas”, reflexiona.

Davide Andreoli vive desde hace tres meses en un piso facilitado por el centro, en colaboración con otras asociaciones. El italiano, de 43 años, fue un sin techo durante siete años. Se enteró de Arrels gracias a voluntarios que paseaban por la calle. Andreoli, que viste con una camisa morada y gafas metálicas, considera a la fundación como su familia. “Es un cambio que no ha sido fácil. Me queda aún mucho. Ocho años en la calle te queman por dentro”, explica.

Arrels expone que el 88,3% de los atendidos son hombres y el resto, mujeres. Dos de cada cinco son españoles, mientras que los demás provienen de más de 90 países.

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