“Con una ley de eutanasia, ella habría muerto con menos dolor, porque se tuvo que tomar un veneno y aunque todo ocurrió rápido, 11 minutos, y se durmió antes de que pasara, hubo momentos desagradables. Habría sido más efectivo y menos doloroso para ella e incluso se le habría podido aplicar antes de que yo lo hiciera. Y para mí significaría no tener que estar enjuiciado por algo que ella me pidió y que yo me había comprometido a hacer hace bastantes años si la eutanasia y el suicidio asistido no estaban legalizados. Yo no estaría en esta situación. Que es lo que menos me preocupa, ¿eh? Fue muy meditado. Me imputé, tenía 69 años. Pensé, me pase lo que me pase, la juventud no me la van a quitar. Pero si lo hubiera hecho un médico, la duermen y no sufre y tampoco sufre la persona que está con ella”.

“Vivo echándola de menos, intentando superarlo. Imaginarse cómo estaba María José estos últimos años… era como tener una camisa de fuerza todo el día desde los tobillos hasta el cuello, inmovilizada. Luego vino el dolor. Cuando lo trataron con morfina, empeoró. Últimamente no servía para nada, le causaba efectos terribles, no podía respirar”.

“Con la ley, hubiéramos tenido tranquilidad. Igual que cuando María José dijo: ‘Hay que comprar un medicamento por Internet porque en un momento determinado voy a quitarme la vida’. La eutanasia está ahí, es un derecho. Su día a día hubiera sido mejor. Habría estado más relajada. Al empeorar diría, ‘quiero que me apliquéis la eutanasia. Que no tenga ningún dolor en mi muerte’. Le hubiera supuesto mucha tranquilidad y a mí también. Es la que da un derecho. Igual que a las mujeres se la da el tener el derecho al aborto”.

“Asistí el 25 de junio al pleno de investidura. En el Congreso no me conocía nadie. Es extraño porque voy por la calle o en el metro y me reconoce todo el mundo. Una de las razones por las que he dado la cara es para que se despenalice la eutanasia.

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