Un jueves cualquiera de marzo, con 25 grados y un resol más que agradable, el centro de Madrid viviría un continuo trasiego de turistas y lugareños, las terrazas estarían llenas y las tapas y las cervezas correrían de un sitio para otro. Nada de eso, ni por asomo, ocurría la mañana de este 12 de marzo en la capital, donde contados grupos de turistas desafiaban al miedo (y a la prudencia) mientras los museos cerraban sus puertas y las tiendas languidecían en el vacío.

En la Puerta del Sol, los hombres disfrazados de Mario Bros y de ‘La casa de papel’ no tienen con quién hacerse fotos y los ‘free tours’ (guías urbanos que cobran la voluntad a los visitantes) mueven sus paraguas sin convencimiento. «El número de turistas ha caído en un 80%», señala Melissa Guzmán, una mexicana que se dedica a esta actividad en Madrid desde hace tres años y que confiesa que nunca había visto algo similar. «Tenemos cancelaciones a diario y los clientes nos dicen que es por el coronavirus», señala Guzmán, que se da de plazo quince días para saber si la situación se estabiliza, mejora o empeora. «El momento clave será Semana Santa, cuando tenemos una mayor afluencia de visitantes», augura.

Al lado de Guzmán, un grupo de turistas asiáticos acelera el paso. Más de la mitad llevan mascarilla y no tienen muchas ganas de hablar. Su guía oficial, María Luisa Velasco, explica que son un grupo de técnicos de laboratorio de Filipinas a los que la crisis del coronavirus les ha pillado de viaje en Europa. «Vienen de Lisboa y antes de regresar a su país, tenían una parada en Madrid. Están muy nerviosos», asevera Velasco, que los llevará a toda velocidad por algunos de los lugares más conocidos de la capital. No están para entretenerse.

Todo lo contrario que Elisabeth Alonso, una turista guipuzcoana de Beasain que toma tranquilamente un café en una terraza cercana a la plaza de Callao.

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