Una semana más, seguimos confinados en casa. El virus SARS-CoV-2, al que coloquialmente llamamos coronavirus, agente causante de la COVID-19, ha generado un terremoto social que muchos de nosotros jamás habíamos vivido. Sin ser la pandemia más mortífera que haya sufrido la humanidad –la pandemia del VIH, de la que ahora hablaremos, ya se ha llevado por delante a 30 millones de personas–, sí está siendo la primera que ha confinado en sus casas a más de dos mil millones de personas en menos de dos semanas.

También es la primera pandemia que sufre el mundo occidental en un presente caracterizado por la explosión de medios de comunicación, redes sociales y el continuo e inconmensurable flujo de información.

Todavía es difícil predecir cómo será el futuro próximo, sobre todo en lo que respecta a cómo será la vida social cuando acabe el confinamiento. Entrevemos que aquellas personas infectadas tendrán inmunidad durante un tiempo, y por lo tanto podrán hacer vida normal.

Pero no sabemos por cuánto tiempo, o cómo serán las relaciones entre las personas inmunizadas y las que no lo estén. Así, al igual que anteriores pandemias, una de las consecuencias sociales que podría tener la COVID-19 es la estigmatización de aquellos infectados durante o después del confinamiento.

A pesar de la incertidumbre con la que nos enfrentamos, hay lecciones que podemos recuperar de pandemias anteriores. En este artículo intentaré explicar cómo se genera un estigma y qué podemos aprender de la pandemia del VIH para gestionar, en la medida de lo posible, la estigmatización y discriminación que puedan surgir en el mañana de la crisis de la COVID-19.

¿Qué es la cascada del estigma? Los cuatro pasos

Bruce Link y Jo Phean son los autores de uno de los modelos conceptuales más seguidos para estudiar los fenómenos de estigmatización y sus consecuencias: la cascada en cuatro pasos.

 » Leer más