Las listerias son un grupo de bacterias Gram positivas que contienen varias especies muy extendidas en el medio ambiente. Hay muchas clases, pero solo una de ellas, Listeria monocytogenes, es patógena para el ser humano. Ella es la responsable de los casos de listeriosis como los observados en el reciente brote de Andalucía.

Es una bacteria anaerobia facultativa, lo que quiere decir que es capaz de sobrevivir en presencia y en ausencia de oxígeno. L. monocytogenes se ha aislado de especies de mamíferos, aves, peces y crustáceos. Aunque no produce esporas, es bastante resistente en el ambiente exterior y su principal hábitat es el suelo y la materia vegetal. Su habilidad para crecer a temperaturas cercanas a 0ºC le permite multiplicarse incluso dentro de la nevera.

Debido a su amplia distribución, la bacteria tiene muchas oportunidades de contaminar alimentos, que son los principales vehículos de transmisión para el ser humano. Hablamos de leche, quesos y otros productos lácticos no pasteurizados, vegetales frescos, pescado ahumado y carnes como el pollo y el pavo.

Listeria es uno de los patógenos transmitidos por alimentos más virulentos: puede causar la muerte a entre un 20 y un 30 % de los infectados. El motivo de esta letalidad se encuentra en su interesante biología.

La puerta de entrada a nuestro cuerpo es el tracto gastrointestinal. En la mayoría de las personas la listeriosis es una enfermedad leve, pero es peligrosa en personas de edad avanzada o con alguna enfermedad previa.

Las mujeres embarazadas son especialmente propensas a sufrir bacteriemia (presencia de bacterias en sangre), normalmente sin graves consecuencias para ellas. El problema es que la bacteria puede atravesar la placenta y causar una infección fetal, que puede llegar a ser mortal. L. monocytogenes tiene cierta predilección por el sistema nervioso central, por lo que es frecuente que produzca encefalitis.

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