Uno de los aspectos que revela el libro Inside Out (que en español podría traducirse como «todo lo de dentro, fuera» o «al revés»), las memorias que ha escrito Demi Moore, es que la actriz tuvo problemas con el alcohol y las drogas, lo que la llevó a estar ingresada en un centro de rehabilitación. Sus hijas también han sufrido sus propias adicciones y la relación con su madre no ha sido siempre tan buena como demuestran ahora.

Demi Moore y dos de sus tres hijas —Tallulah Willis, de 25 años, y Rummer Willis, de 31— han participado este lunes en el programa Red Table Talk, que presenta Jada Pinkett Smith en Facebook Watch. La hija pequeña de Moore y el actor Bruce Willis —que se divorciaron en 1998—empezó a beber con tan solo 14 años: «Estábamos de vacaciones en familia. (…) Tomé champagne, fue muy dulce. Y cuando tenía 15 años, casi me muero por una intoxicación por alcohol». Tallulah, que como sus padres se dedica a la interpretación, explicó que comenzó a consumir con más frecuencia porque «las cosas eran demasiado dolorosas». 

Su hermana Rumer fue testigo de esa adición: «Vivió conmigo un tiempo y me acuerdo que pensé: ‘Hay tres botellas de vino en la mesa». Rumer le pidió entonces que abandonara el apartamento que compartían. En otra ocasión, Tallulah se quedó inconsciente tras consumir codeína y cocaína y su otra hermana, Scout Willis, de 28 años, [que no estuvo presente en esta última entrevista] intentó despertarla. «Cuando por fin me desperté, ella estaba llorando y eso hizo que me sintiera horrible», recordó Tallulah. Optó por irse a dormir, como si no hubiera pasado nada, pero unas horas después se levantó llorando. «Sentí la muerte en mis huesos. No me preocupaba mi vida, no me importaba», ha dicho. En ese momento, sus hermanas decidieron intervenir y la llevaron con su madre, con la que no había hablado en los tres últimos años

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