¿Te cuesta levantarte para ir a trabajar, aunque hayas dormido suficiente? ¿Te sientes profundamente desgastado con lo que haces? Si la respuesta es afirmativa, quizás estés quemado de tu trabajo. Las sensaciones pueden ser puntuales. Ocurren cuando afrontamos una situación que escapa a la habitual; cuando se acercan las vacaciones; cuando se está enfrascado en un proyecto muy exigente o cuando tenemos un jefe complicado. En estos casos no hay razón para preocuparse. Sin embargo, cuando los síntomas son intensos y constantes en el tiempo y no existen factores externos que expliquen nuestra sensación, corremos el riesgo de caer en el estrés crónico o síndrome del trabajador quemado (burnout, en inglés).

La Organización Mundial de la Salud ha reconocido recientemente este trastorno como una enfermedad laboral. Se estima que afecta al 10% de la población activa en el mundo. Sus síntomas son desgaste profundo, falta de ilusión en lo que se hace y sensación de verse superado por las responsabilidades. Muchas personas pueden estar quemadas en el trabajo, pero eso no significa que padezcan este síndrome. Solo si identificamos anticipadamente las situaciones que nos conducen a sufrirlo, tendremos probabilidades de evitarlo. Veamos cuáles son sus síntomas y de qué forma podríamos prevenirlo.

La principal trampa para reconocer que estamos quemados es que nos guste mucho nuestro trabajo o que lo consideremos nuestra vocación. Si hemos soñado toda la vida con ser profesor, consultor o médico, ¿cómo es posible que ir al trabajo se antoje como escalar el Everest? Se cree que la mayoría de las personas que sufren burnout tienen una profesión que ayuda a terceras personas. Si es tu caso, presta atención a cómo te encuentras y acepta que te puede suceder.

más entradas de este blog

Una de las maneras de prevenir el desgaste es dedicar tiempo a uno mismo. Un exceso de horas de trabajo, aunque sea por pasión, y no tener espacios para cuidarse, supone un riesgo importante. Las consecuencias no son inmediatas. Aparecen pasados entre cinco y ocho años,

 » Más información en elpais.es