Los epidemiólogos se lamentan de que están trabajando con muy poca luz en la crisis del coronavirus. La falta de pruebas de análisis hace que no se pueda conocer el porcentaje exactamente de población contagiada, pero además, el distinto modo de contar el número de fallecidos provoca datos chocantes y que haya que poner las cifras, ellas también, en cuarentena. Cada país está contando a su manera, así que resulta muy difícil comparar unos con otros.

El criterio de la Organización Mundial de la Salud, que debería marcar el camino a todos los países, es que los casos deben ser confirmados en laboratorio y no sólo con análisis clínicos, aunque los responsables de la OMS reconocen que en otras epidemias o pandemias se ha cambiado sobre la marcha los métodos de contabilidad.

España, por ejemplo, sólo suma a los fallecidos que han dado positivo en algún test, lo que deja fuera a muchos muertos en residencias de ancianos o en su propio domicilio que no han podido hacerse las pruebas. Por tanto, quizá el número de fallecidos en España sea mucho mayor que el oficial.

Algo similar ocurre en Italia, que cuenta a todos los muertos que hayan dado positivo por coronavirus, hubieran tenido patologías previas o no. Pero sus autoridades especifican siempre que son muertos con coronavirus, y no por coronavirus. Lo mismo en Alemania, cuyas estadísticas sorprenden por el número tan bajo de fallecidos.

En Francia, el 26 de marzo se desató la polémica cuando se supo que en las cifras oficiales sólo se estaban contabilizando los fallecidos que se han producido en los hospitales, y no aquellos que tienen lugar en residencias de ancianos o en casas particulares. Las residencias «no están vinculados al sistema que permite vincular las cifras con las de los hospitales, lo que complica la recolección de la información», justificaron fuentes de la Agencia de Salud de la región parisina en el diario Libération,

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