Los mensajes de texto volaban de móvil a móvil. Las noticias sobre un ‘viejo amigo’ comenzaban a multiplicarse en España. Ellos se temían lo peor. Era la misma sensación que tuvieron en Wuhan, cuando después de unos días de incertidumbre, el virus del COVID-19 azotó con toda su virulencia a la megalópolis china, a la provincia en la que se ubica -Hubei- y luego a todo el país. El mismo cosquilleo. El maldito coronavirus no les iba a dejar en paz. Trastocó la vida entera de esas 21 personas -19 españoles, un polaco residente en nuestro país y una ciudadana china casada con un nacional- que residían en la ciudad asiática o estaban de forma eventual allí en el mes de enero. Después, el «bicho» les obligó a vivir una cuarentena en el hospital general de la Defensa Gómez Ulla. «Y ahora, cuarentena. Apenas hemos estado un mes en libertad», comenta, con buen humor, Óliver Cuadrado.

Para este entrenador de porteros de fútbol, enrolado en el Wuhan Three Towns FC, su 2020 no se entiende sin el coronavirus. Se ríe cuando echa la vista atrás. Es su tercera cuarentena. La primera comenzó en Wuhan, cuando las autoridades chinas ordenaron el confinamiento de toda la población. No se movía nada. Todos lo cumplieron a rajatabla. El segundo aislamiento comenzó el último día de enero. Los 21 pudieron salir de China tras varios y exhaustivos controles para evitar la propagación del coronavirus. Tras aterrizar en Madrid, fueron confinados en el hospital general de la Defensa Gómez Ulla. Allí pasaron otros quince días, un tiempo suficiente para conocerse y estrechar amistades. Todos se mantienen en contacto a través de WeChat -un sistema de comunicación similar al WhatsApp de uso común en el gigante asiático- y siguen en España, salvo los dos periodistas que regresaron a China en cuanto pudieron.

Y ahora, la tercera. Como el resto del país. «Nos estamos convirtiendo en unos especialistas»,

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