Cierto es que hay pocas cosas más placenteras que un sueño reparador tras «caer en los brazos de Morfeo». Ahora bien, otra gran verdad es lo molesto que es «pasar una noche en vela».

Dormir bien es uno de los procesos fisiológicos con más impacto en nuestro bienestar diario. De hecho, la falta de sueño a largo plazo tiene efectos negativos sobre nuestra salud.

El sueño se regula por la combinación de dos procesos. Por un lado, los ritmos circadianos. Por otro, la acumulación de sustancias inductoras del sueño en el cerebro, como la adenosina. Su cantidad depende de varios factores. Entre otros, el tiempo que llevemos despiertos (a más tiempo, más adenosina) o la calidad del sueño.

Nuestro ritmo circadiano controla el denominado ciclo sueño-vigilia, dividido en una fase de descanso (oscuridad-sueño) y otra de alerta (luz-actividad). Por eso está relacionado con nuestro comportamiento a lo largo del día.

El reloj circadiano («cerca del día») de nuestra especie dura alrededor de 24 horas, y el organismo necesita sincronizarlo con señales medioambientales. El sincronizador externo más importante de nuestro ritmo biológico es el ciclo luz-oscuridad.

La glándula pineal o epífisis es un agente cronobiótico. Esto quiere decir que sincroniza nuestro reloj interno con el ciclo luz-oscuridad. Ante la ausencia de luz,

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