Con la vuelta de las vacaciones de verano las alarmas empiezan a saltar. Casi el 60% de los trabajadores españoles asegura que padece estrés. Un porcentaje enorme que no diferencia entre estrés agudo y estrés crónico, que es aquel que no desaparece cuando el acontecimiento que lo provocó se desvanece; se mantiene en el tiempo y el cuerpo de quien lo sufre no vuelve a su estado natural. La ansiedad respecto al futuro laboral o la ambición por ascender son dos de las causas frecuentes de esta cronificación del estrés, sostiene Gustavo Diex, director de Nirakara Institute y codirector del MBSR (Mindfulness based Stress Reduction) de la Universidad Complutense de Madrid. Y ello produce trastornos del sueño, problemas digestivos e irascibilidad, que son los síntomas que indican que se han traspasado los límites del estrés necesario para la supervivencia y que hay que ponerse en manos de profesionales clínicos, agrega.

El problema del estrés crónico, explica Marta Romo, socia de la consultora Be Up, es que la persona que lo padece no sabe diagnosticarlo porque se ha acostumbrado a ese nivel sostenido de angustia. Esta experta en neurociencia cree que está muy extendido entre los trabajadores, entre otras cosas por las nuevas formas de trabajo, la hiperconexión y el creciente peso de la multitarea, “que es por definición un estresor de la actividad cerebral. Agota al cerebro, que percibe el trabajo como una amenaza, con lo que se genera adrenalina y cortisol en exceso y estropea los sistemas de alarma naturales”.

Romo da pistas para el autodiagnóstico: cuidado con la falta de ocio y relaciones personales, pueden ser el resultado de la adicción al trabajo y la falta de desconexión al acabarlo. Igual que la adicción a la comida o a las series de televisión, que son formas de narcotización que a menudo derivan de la ansiedad laboral. Los dos expertos coinciden en las cuatro claves para poner a raya el estrés: cuidar el sueño, los horarios de trabajo, la alimentación y hacer ejercicio físico.

Eso a nivel particular.

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