El 4 de febrero se celebra el Día Mundial contra el cáncer, una enfermedad que, según datos de la OMS, causa casi nueve millones de muertes al año en el mundo, una de cada seis. Aunque la supervivencia ha aumentado mucho en los últimos 40 años, cada vez se diagnostican más casos y todavía hace falta mucha investigación para lograr una cura a nivel global.

Tratamientos prometedores, como la inmunoterapia, la inteligencia artificial, las terapias personalizadas o la nanotecnología son ya grandes avances que sólo requieren de investigación para, como asegura la fundación Cris Contra El Cáncer, acabar con la enfermedad en solo dos décadas.

De estos tratamientos, la inmunoterapia -o terapia biológica- es el que está más desarrollado. Para entender cómo funciona y sus aplicaciones, hablamos con Jesús Sánchez, biólogo molecular y director de proyectos de CRIS Contra el Cáncer, además de autor de numerosos proyectos de divulgación y creador de Laboratoons, una plataforma de comunicación científica en cómic.

Se habla mucho últimamente de la inmunoterapia. ¿Qué es exactamente?

La inmunoterapia aplicada al cáncer está viviendo un boom desde hace unos ocho años, pero en realidad, el concepto de inmunoterapia tiene casi 100 años. Desde que se empezó a investigar el sistema inmune, surgió la idea de utilizarlo para combatir el cáncer y ha tenido muchos altibajos. Hace aproximadamente unos 15 años cambió la concepción que se tenía de los tumores y se empezó a ver que las células tumorales van apareciendo con cierta frecuencia, pero que unas células inmunitarias, llamadas linfocitos T, se encargan de identificarlas y de destruirlas. Este mecanismo normalmente funciona a la perfección, pero en otras, esas células tumorales pueden eludir al sistema inmunitario y desarrollar un tumor. También se descubrió hace unos 15 años que los linfocitos T tienen como una especie de ‘interruptor’ que las desactiva a veces por motivos de seguridad, para que no nos hagan daños a nosotros, y que los tumores son capaces de activar esos interruptores cuando los linfocitos no tienen que apagarse. Esto permite al tumor crecer a sus anchas, porque, al observar los tumores, se vio que estaban llenos de linfocitos que no habían actuado para destruir el tumor. Fue entonces cuando se empezaron a desarrollar terapias destinadas, más que a acabar con el tumor, a reactivar los linfocitos para que actúen contra las células tumorales.

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