Las mascarillas autofiltrantes son un objeto de uso obligatorio en España para combatir la expansión de la covid-19, pero ¿qué ocurre cuando un elemento protector presenta posibles riesgos para la salud? Las alarmas saltaron hace unos días en Canadá, donde las autoridades sanitarias locales pidieron la retirada de unas mascarillas en concreto, hechas a base de grafeno, para examinar si su uso podía ser perjudicial para la salud.

En España, dos comunidades autónomas (País Vasco y Castilla y León) y el Ayuntamiento de Madrid han ordenado retirar de manera cautelar mascarillas del mismo material, tras el aviso sindical de que habían sido repartidas por millones entre los funcionarios públicos (sanitarios y fuerzas de seguridad).

Los modelos de mascarillas retiradas son, concretamente, la quirúrgica IIR, desechable de grafeno y biomasa, del fabricante Shandong Shengquan, distribuida por Amevisa S.A.U., y la FFP2 Healfiber, del mismo fabricante, que provee Iturri S.A.

Antonio Osuna, catedrático de la Universidad de Granada y miembro del Instituto de biotecnología asegura que «es un material sumamente interesante y de reciente descubrimiento». En concreto son «átomos de carbono formando una superficie. Es el mejor conductor de electricidad y calor que existe», afirma.

Por su resistencia a la rotura, «se puede cortar pero no se rompe por impacto»,

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