España posee una de las coberturas más altas en cuanto a la vacunación infantil: cerca del 96%. Más es casi imposible por la falta de datos y el margen de error. Esta situación ha convertido a la sanidad española en un ejemplo para el resto de los países -reconocido por la Organización Mundial de la Salud- en un momento en que los movimientos antivacunas están teniendo más eco en países como Italia -donde se ha convertido en un problema sanitario grave- o en Francia. Pero este sobresaliente se convierte en un suspenso cuando se supera la barrera de la mayoría de edad.

La vacunación en la edad adulta es casi testimonial. Por ejemplo, solo seis de cada diez españoles que han superado los 18 años se vacunan contra la gripe, según un estudio sobre las vacunas publicado por Deloitte. Unas cifras que son todavía más bajas entre los profesionales sanitarios -entre el 15 y el 25%-. La falta de recomendaciones por parte de los médicos y la poca percepción de riesgo por parte del paciente son dos de los motivos destacados en el estudio. Una realidad que ha llevado a las sociedades científicas a pedir a los políticos a que actúen. Y el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CSINS), el primero presidido por la ministra María Luisa Carcedo, aprobó la creación de un calendario vacunal para toda la vida que recoge casi todas las reclamaciones de los profesionales.

«Se ha quedado un poco corto, pero es un primer paso importante», razona la doctora Isabel Jimeno, responsable de vacunas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, que destaca la importancia de esta iniciativa. «No tiene ningún sentido hablar de un calendario vacunal pediátrico y otro para adultos», indica la doctora. «Hemos conseguido un acuerdo de manejo de vacunas. El valor es epidemiológico, el hecho de que el conjunto de expertos en enfermedades infecciosas han trabajado en el mismo,

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