¿Podría un virus incontrolable extinguir una especie? La COVID-19 no acabará con la especie humana. La mortalidad no pondrá en riesgo la supervivencia del ser humano, como no lo han hecho otras pandemias que diezmaron la población.

¿Pero qué pasaría si un virus tan agresivo afectara a los animales que ya están en peligro de extinción, mucho más vulnerables? O a nuestras mascotas. Si infectara a los perros o gatos de la misma forma que este coronavirus al hombre, las medidas a aplicar para atajar un contagio masivo serían drásticas. Podrían suponer, incluso, su sacrificio generalizado.

¿Es posible entonces que una especie llegue a desaparecer atacada por un virus letal? Un futuro virus podría afectar a especies animales y amenazar su existencia. Como si se tratara del diluvio universal, necesitaríamos un arca de Noé para evitar su extinción. Ese arca es su material genético. Una copia de seguridad de su ADN.

Debido a la pérdida de biodiversidad genética, al aumento de consanguinidad en especies amenazadas y a la presión de selección sobre razas ganaderas, menos adaptadas al medio pero más productivas que otras, numerosas especies silvestres y razas domésticas se enfrentan periódicamente a microorganismos que pueden diezmar sus poblaciones hasta rozar el exterminio de las mismas.

En la hipotética situación que planteamos, la congelación de material genético en espacios destinados para dicho fin podría suponer su tabla de salvación. Los Bancos de Recursos Genéticos (BRG) son una herramienta de gran potencial para evitar la desaparición de especies de gran valor genético y ambiental. Es la denominada conservación ex situ.

ADN congelado

Los BRG son colecciones organizadas de material genético que se mantienen principalmente en estado congelado pudiendo permanecer sin cambios a lo largo de los años. El principal material genético que se conserva son las células germinales, espermatozoides y ovocitos, pero también células somáticas como fibroblastos e incluso estructuras mayores como embriones.

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