Las modificaciones corporales, como los piercing y los tatuajes, son ya una realidad cotidiana en nuestras sociedades. Se trata de prácticas con un fin estético y mayormente seguras; con todo, implican una pequeña lesión en nuestro cuerpo y como tal tienen algunos riesgos que conviene considerar.

Cuáles son los riesgos

En el caso de los piercing, debemos tener en cuenta que se trata de una pequeña perforación en un tejido del cuerpo seguido de la inserción de una pieza de joyería normalmente metálica. Como tal, las principales complicaciones que podrían aparecer, tal y como recoge la Clínica Mayo estadounidense, incluyen:

  • Reacciones alérgicas, en función del material de la pieza (especialmente frecuentes en los piercing de níquel).
  • Complicaciones orales, cuando el piercing se coloca en el interior de la cavidad bucal: pueden aparecer daños en los dientes, encías o la lengua debidas al roce y la irritación.
  • Infecciones cutáneas, con síntomas como enrojecimiento, dolor, hinchazón o secreción.
  • Otros problemas de la piel, como cicatrices, queloides…
  • Enfermedades transmitidas por la sangre, cuando el equipo empleado no está correctamente esterilizado. Pueden incluir algunas potencialmente muy graves, como la hepatitis B, la hepatitis C, el tétanos y el VIH.
  • Desgarro o trauma,

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