El refranero español está plagado de sabias enseñanzas pero también de sentencias muy perjudiciales -al menos desde el punto de vista del bienestar psicológico y personal-, como esa que afirma que “al mal tiempo hay que ponerle buena cara”. A ella planta cara, precisamente, la psiquiatra y psicoterapeuta Anabel González en Lo bueno de tener un mal día (Planeta, 2020), un libro que trata sobre las emociones y, ante todo, de la importancia de saber escucharlas y atenderlas para llevar una vida más plena.

“Tener un buen día es relativamente fácil pero, sobre todo, en la que se cifra estar bien es en conseguir gestionar las cosas difíciles que se nos presentan o los días que se tuercen. Si conseguimos llevar bien los malos momentos podremos llevar también una vida mejor”, confiesa la especialista en entrevista con 20Minutos.

El punto de partida de este libro se encuentra, según González, en la obsesión de la sociedad actual por alcanzar la felicidad de forma permanente. “Nos obsesionamos en que los niños sean siempre felices, en que no pasen por ningún tipo de dificultad, y lo extendemos a nosotros como adultos. Parece que si no estamos en un estado de permanente disfrute y sacando el máximo partido a todo no estamos viviendo. Tenemos una idea irreal de lo que es vivir una buena vida. Y la vida es otra cosa: un conjunto de días normalitos en los que no pasa nada y otros en los que sí nos pasan cosas difíciles”, asegura esta terapeuta.

Es en estos momentos bajos, por tanto, donde tenemos que aprender a sintonizar el canal de nuestras sensaciones con el de nuestros pensamientos para llegar a lo que se denomina regulación emocional. Lo fundamental no es tanto lo que sentimos sino lo que hacemos con eso que sentimos, ya que una de las claves más importantes para estar bien es cómo afrontamos las dificultades y qué hacemos después con las consecuencias psicológicas que nos dejan.

Si por el contrario bloqueamos nuestras emociones las consecuencias de reprimirlas y ocultarlas puede traer nefastas consecuencias. “A corto plazo a lo mejor no lo notamos y esa es la trampa porque en el momento no vemos que tenemos un problema, nos sentimos incluso mucho mejor porque no pensamos en eso”, señala González. Sin embargo, si las sensaciones se van acumulando, las emociones pueden acabar por desbordarnos y originar cuadros de ansiedad o de deprensión e,

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