LA MIGRACIÓN es tan antigua como la humanidad misma: es un aspecto esencial de la condición humana. Ha quedado inscrita en cada una de nuestras células a partir del momento de la concepción en que el espermatozoide inicia su movimiento migratorio al encuentro del óvulo materno. De hecho, en todas las culturas abundan los mitos sobre ella. Los psicoanalistas Rebeca y León Grinberg proponen que el de la torre de Babel —cuya construcción tenía como objetivo alcanzar el paraíso— puede servir de analogía para describir las experiencias de los inmigrantes que, al llegar al nuevo mundo, totalmente distinto del que venían, han de enfrentarse a una serie de obstáculos para integrarse: la confusión de lenguas, las nuevas costumbres, las conductas distintas y su falta de habilidad para comunicarse con otros o consigo mismos. La migración, entendida como metáfora del desarrollo humano, es un proceso que quizá nunca termina realmente. Vivimos en movimiento perpetuo, propulsados por las circunstancias, pero también por fuerzas dinámicas de nuestro interior. Cada vez que cambiamos de lugar, nuestra perspectiva y nuestra identidad sufren una sacudida.

Hay ocasiones en que obedece a una necesidad de cambio. En otras, se trata de un acto brutal de supervivencia. Estas migraciones forzadas se han convertido en la tragedia de nuestros tiempos. Cada día somos testigos de las historias de deportación de miles de detenidos y de sentenciados a trabajos forzados en condiciones inhumanas, de exiliados vagando por el planeta. La Organización Internacional para las Migraciones afirma que hay 260 millones de personas migrantes —el 3,4% de la población mundial— y cerca de 25,4 millones de refugiados, más de la mitad de los cuales tienen menos de 18 años.

En movimiento perpetuoSr. García

¿Qué lleva a una persona a dejar su país? Quienes eligen emigrar por oportunidades de trabajo, de estudio, por descubrir lo desconocido, lo prohibido o lo idealizado, y con la seguridad de poder regresar, poco tienen que ver con los exiliados, refugiados, personas desplazadas o deportadas, para quienes la partida es asunto de vida o muerte y la posibilidad de retorno no existe por razones ideológicas,

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