Las acciones de la farmacéutica Teva, una de las mayores empresas de Israel, están en caída libre después de que el pasado 10 de mayo se presentase en el Tribunal de Distrito en Connecticut (EE UU) una querella contra 20 empresas del ramo acusadas de repartirse el mercado, en clara violación de la ley antimonopolio, y pactar los precios de más de un centenar de medicamentos entre julio de 2013 y enero de 2015. Teva es la empresa fabricante de genéricos más grande del mundo y a la que el fiscal pone en la picota y acusa de liderar el cartel. “Teva y sus cómplices se embarcaron en una de las conspiraciones para fijar precios más descaradas y dañinas de la historia de Estados Unidos”, dice la denuncia. En ella también figuran las norteamericanas Pfizer y Taro, la multinacional Novartis y la alemana Sandoz.

Según la investigación, iniciada hace cinco años, la mayoría de los fármacos afectados son genéricos utilizados para el tratamiento de enfermedades comunes, como la diabetes o el cáncer, a los que se les habría inflado el precio, en algunos casos, hasta en un 1.000%. En paralelo, la división antimonopolio del Departamento de Justicia también tiene abierta una investigación criminal desde hace tres años, relacionada con el caso. “Teva ha cooperado en todo momento con la investigación. Esas acusaciones tendrán que ser probadas en los tribunales porque de momento son solo acusaciones. La compañía no ha incurrido en ninguna ilegalidad”, explica Yonatan Beker, director de comunicación de Teva.

El gigante farmacéutico cotiza en el Nasdaq (sus acciones caen un 42% en 12 meses), tiene presencia en 80 países, facturó 18.800 millones de dólares (16.900 millones de euros) el año pasado (un 19% menos que en 2017) y tiene una plantilla de 42.535 trabajadores. Antes de que se destapara el escándalo se encontraba en pleno proceso de recortes para afrontar una crisis que lleva arrastrando años. En 2018 perdió 2.472 millones, números rojos que se sumaron a los 18.379 millones de un año antes.

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