Poco más de un siglo ha pasado desde el descubrimiento del primer virus –gracias a los trabajos de Dimitri Ivanovski– hasta la aparición del SARS-CoV-2. Aunque nuestro conocimiento sobre los virus tiene poco más de un siglo de historia, estos microorganismos han acompañado al ser humano durante millones de años de evolución.

En todo ese tiempo siempre hemos contado con un aliado fiel para enfrentarnos a ellos: El sistema inmunitario. Pero, ¿podría nuestro mejor aliado frente al SARS-CoV-2 volverse en nuestra contra?

Saltan las alarmas: la infección por SARS-CoV-2

Empecemos por el principio. Los virus son parásitos obligados, lo que implica que necesitan infectar una célula para reproducirse. Esto se debe a que su material genético (esa especie de enciclopedia que contiene toda la información sobre un ser) contiene muy pocos datos. El SARS-CoV-2, causante de la pandemia que ha infectado a más de 3.8 millones de personas en el mundo y causado más de 270.000 víctimas, no es una excepción.

Para explicar cómo un virus infecta a otro ser vivo podríamos pensar en el funcionamiento de una llave y una cerradura. El virus posee en su superficie una «llave molecular» capaz de abrir una «cerradura» localizada en la célula y así colarse en su interior.

Desde prácticamente el origen de la pandemia, y gracias a su parecido con el mecanismo de entrada en las células del SARS-CoV-1, se ha podido saber cómo ocurre esta incursión. Sabemos que la «llave» es la proteína S de la superficie del virus, que se une a un receptor en la membrana de nuestras células (la «cerradura») denominado enzima conversora de la angiotensina (hACE2), que regula la presión arterial.

Sabemos también que, una vez dentro, el virus «secuestra» la sala de máquinas de nuestras células y la obliga a trabajar en su propio beneficio. Además, recientemente ha sido descrito con gran detalle el mecanismo de entrada del virus a las células,

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