Como seres humanos que somos, nuestras relaciones sociales son sumamente importantes. Cuando estos lazos afectivos se pierden por la muerte de nuestros seres queridos, se desencadena un estado afectivo al que conocemos como duelo.

Si el duelo es duro para un adulto, aún resulta más difícil para un niño. Para empezar porque su sensación de seguridad se tambalea. La pérdida repentina sobre todo genera una sensación de falta de control y de seguridad que puede llegar a ser muy abrumadora. Por ello, el objetivo transversal será proveer a este niño o a esta niña de esa sensación de seguridad, ayudándole en su proceso de reestructuración.

La actual pandemia por la Covid-19 nos hace estar en continuo contacto con el duelo. No solo por la pérdida de seres queridos que mencionábamos antes, sino también de personas importantes para otros. Pero si entendemos como duelo el proceso de adaptación emocional ante cualquier «pérdida», también podríamos considerar que vivimos el «duelo» de no ver a nuestros familiares, amigos y amigas. Incluso de no poder ir al colegio ni al trabajo, ni tampoco al parque.

Aunque las siguientes pautas están orientadas a gestionar la pérdida de un ser querido, podría adaptarse a cualquier otro tipo de duelo.

1. ¿Cuándo debemos decírselo?

Conviene comunicarlo lo antes posible. Buscar un lugar adecuado y un momento adecuado para explicar pronto, con un lenguaje fácil y sencillo, lo que ha sucedido. Mejor sin utilizar eufemismos que generan mucha confusión como «se ha ido», «se fue al cielo», «se ha quedado dormido para siempre»… Si es una muerte que se preveía, es mejor ir preparando al niño poco a poco y con antelación. Poder visitar al enfermo al hospital ayuda a poder procesar lo que está sucediendo y entender mejor porque la persona que queremos no está donde suele estar.

2. ¿Pero por qué?

Conviene tener en cuenta las características individuales y de la edad que tenga el niño o la niña a la hora de explicarle lo sucedido.

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