Afortunadamente, la medicina ha ido logrando que el embarazo y el parto, dos procesos naturalmente complicados para la salud humana, sean cada día más seguros, con mayores probabilidades de tener éxito y menos riesgo para la madre. A pesar de ello, no obstante, siempre existe el riesgo de que se presenten complicaciones. El desprendimiento de placenta es una de ellas, poco frecuente pero bastante grave.

El desprendimiento de placenta ocurre cuando ésta se separa, total o parcialmente, de la pared del útero antes del parto. Esto frecuentemente sucede de forma repentina y puede significar el cese de suministro de oxígeno y nutrientes del bebé y causar una hemorragia fuerte en la madre.

Por tanto, el desprendimiento de placenta se considera una urgencia médica y, si no se trata, puede poner en peligro tanto a la madre como al bebé.

Normalmente, las causas de este problema son desconocidas, aunque también puede venir provocado por traumatismos o lesiones como caídas o accidentes de tráfico.

Sí se sabe que existen una serie de factores que aumentan el riesgo de padecer desprendimiento de placenta, como son el haber sufrido uno con anterioridad, padecer hipertensión crónica, la preeclampsia y la eclampsia, el consumo de tabaco, el uso de cocaína, la rotura prematura de las membranas, la infección uterina (corioamnionitis) o la edad avanzada (mayor de 40 años).

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