Hay una serie de fenómenos del cuerpo, como los bostezos, que por razones que no conocemos del todo tienden a ‘contagiarse’: cuando los vemos en alguien, tenemos el impulso de reproducirlos nosotros mismos.

Ahora, un estudio de la Universidad Washington ha identificado el mecanismo por el que esto sucede en el caso de otro impulso de nuestro organismo: el de rascarnos.

La ciencia del picor

Este mismo equipo de investigadores ya había identificado que, en los ratones, el núcleo supraquiasmático, una estructura cerebral, se activaba al ver a otros roedores rascándose. Al mismo tiempo, se liberaba un mensajero químico, llamado péptido liberador de gastrina, asociado con la conducta de rascarse.

Tal y como explican en el medio académico Cell Reports, en el trabajo actual han identificado el núcleo supraquiasmático como un punto intermedio entre las células sensibles a la luz de la retina (y, por tanto, las encargadas de captar la imagen del otro roedor rascándose) y una estructura en el cetro del cerebro llamada núcleo paraventricular del tálamo.

Al inhibir las conexiones entre estos puntos (lo cual lograron a través de la modificación genética y de la inyección de compuestos químicos en los ojos de los ratones, tras haber identificado dónde estaban localizadas inoculando a los ratones un virus que afectaba a las células del núcleo supraquiasmático y sus conexiones más directas) observaron que los ratones dejaban de rascarse al ser expuestos a imágenes de otros roedores rascándose.

 » Leer más