El Libro de Familia de las mellizas Candela y Valentina dice que tienen 26 meses, pero en realidad son solo 23. Deberían haber nacido en febrero de 2017 pero, como ocurre en el 48% de los partos gemelares, según datos de la Asociación Madrileña de Partos Múltiples (Amapamu), se adelantaron y vinieron al mundo en diciembre de 2016, con 28 semanas. Son lo que los médicos consideran grandes prematuras. Aunque los especialistas siempre tienen en cuenta no su edad cronológica sino su edad corregida, es decir, que le restan a los meses que tienen los que les faltaron de gestación, en la escuela no se sigue el mismo criterio. El resultado es que Candela y Valentina deberán empezar el cole en septiembre y sus padres están aterrados. 

“Si se atendiera a su edad corregida, no deberían escolarizarse hasta el año 2020”, se lamenta su padre, Jaime Delgado, que considera que sus niñas “no están preparadas, son muy pequeñas para el control de esfínteres, en desarrollo psicomotor, en el habla”. “No tienen ningún retraso, es algo normal en los prematuros, son niños que van más despacio”, explica. Si la diferencia en madurez y desarrollo es grande a edades tempranas entre los niños del último y del primer trimestre, con sus hijas esa distancia es aún mayor. El problema añadido de Candela y Valentina es que son madrileñas, porque otras comunidades sí permiten a los padres escoger el año en el que los prematuros empiezan el segundo ciclo de Educación Infantil.

“En Aragón y en Canarias, se puede retrasar la entrada de los prematuros extremos —los nacidos por debajo de la semana 28—, en Murcia, Ceuta y Melilla, de los grandes prematuros —antes de la semana 32— y en Extremadura y Castilla y León lo pueden hacer todos los prematuros, es decir, todo niño nacido antes de la semana 37. En Baleares no está legislado, pero se hace si los padres lo piden”, aclara Concepción Gómez Esteban, de la Asociación de Padres de Niños Prematuros (Aprem),

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