Cuando empiezas mirando a tu alrededor las señales del aislamiento y confinación de una población debido a la crisis sanitaria del coronavirus, te preguntas: ¿qué está pasando aquí? ¿Qué parte del comportamiento humano está siendo regulado o controlado? ¿Cómo funciona el poder?

El poder ha operado históricamente a través del control del espacio. Castigar con la exclusión del espacio es una idea muy antigua que forma parte de la forma de pensar del Renacimiento, la edad clásica y la edad moderna. La exclusión definitiva del espacio la simboliza la pena de muerte, reemplazable por su reversible, la cárcel o la expulsión/destierro.

La Gran peste y la gripe aviar

La crisis del Covid-19 y el aislamiento en casa ha puesto de relieve la vuelta de las viejas disciplinas para la regulación del espacio. Por ejemplo, Londres bajo la Gran peste (1665-1666) fue dividida y puesta en cuarentena. George W. Bush invocó esta idea para combatir la gripe aviar (influenza A), que se extendió entre 2004 y 2006. Donald Trump dijo lo mismo prohibiendo vuelos desde Europa al inicio de la pandemia del coronavirus. Se controla la plaga controlando el movimiento de la gente.

Históricamente, esta fue una forma de separación, pero también el comienzo de la disciplina: el principio de la organización, el ordenamiento y la disposición de los cuerpos en el espacio. Es como si se organizara a militares en regimientos y en áreas –la ciudad, el pueblo, el barrio– considerado como una maquinaria organizada y disciplinada. El pueblo acuartelado, encerrado.

La red que se organizó en Londres durante la plaga es el mismo principio de disciplina que organiza la situación actual de confinamiento: la regulación de los cuerpos en el espacio. Porque todavía estamos en una forma de disciplina que regula nuestra capacidad de movernos en el espacio. Las fábricas, la oficina, el laboratorio o los pupitres en fila de las escuelas están diseñadas para controlar el cuerpo y el comportamiento humano.

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