Los principales laboratorios del mundo están en una carrera para intentar conseguir un medicamento contra el coronavirus aunque por primera vez los corredores tienen detrás al mayor equipo de toda la historia de la medicina. Desde que China detectó en diciembre los primeros datos de una neumonía que no podía identificar se ha producido una de las mayores experiencias de medicina colaborativa para buscar una solución a una enfermedad que, según los últimos datos, ha matado ya a 44.216 personas. Los informes de los distintos ensayos se están compartiendo de forma universal y la colaboración entre diversos institutos nacionales ha alcanzado unos niveles sin precedentes. Y, para ir más rápido, ahora la ciencia se dispone a buscar atajos.
«Normalmente, un laboratorio puede tardar diez años en encontrar una cura Pero ahora hay que buscar un camino más corto y quizás en un mes ya puedan haberse conseguido medicamentos eficaces contra el COVID-19», afirma Adelaida Sarukhan, doctora en inmunología y redactora científica en el Instituto de Salud Global de Barcelona, centro impulsado por La Caixa.
Según la experta, el trabajo para fabricar una medicina comienza con la identificación de una molécula eficaz. Esa fase puede llevar años puesto que se puede iniciar con miles de moléculas que se van desechando. Después hay que realizar ensayos en laboratorio y pasar a animales. «Después vienen las tres fases imprescindibles antes de dar el visto bueno a un producto farmacéutico», afirma Sarukhan. La fase uno es la de seguridad. En ella se prueban los medicamentos en voluntarios humanos sanos para descarta los efectos secundarios. La fase dos sigue teniendo como objetivo la protección de los pacientes pero en esta vez se trata ya con personas afectadas por la enfermedad.
«Se comprueba la eficacia que se había detectado de forma previa», explica Sarukhan. En la fase tres se comienza a probar ya el compuesto con los suficientes pacientes para que la prueba tenga una validez estadística y se comience a utilizar la cura.