La crisis sanitaria provocada por el coronavirus de Wuhan se le ha ido a China de las manos. A pesar de haber restringido los movimientos de casi 50 millones de personas, ayer el número de infectados y de fallecidos por el 2019 nCoV continuó aumentando: el día acabó con 42 víctimas mortales -una cifra que, por primera vez, sobrepasa la de los 39 pacientes que se han recuperado y han recibido el alta- y con casi 1.500 casos confirmados. Esos últimos continuarán aumentando rápidamente, porque hay más de 2.000 personas a la espera de que se les diga si han contraído el virus y más de diez mil en observación.

La Universidad de Lancaster, en Reino Unido, echó leña al fuego del pesimismo que reina en el gigante asiático y dedujo en un informe que sólo se ha identificado un 5,1% de las infecciones de Wuhan. Por si fuese poco, los científicos predicen que más de 250.000 personas contraerán esta enfermedad antes del 4 de febrero solo en esa región china. «Si no se toman otras medidas de control y contra el contagio, podemos esperar más epidemias en otras ciudades y que el virus sea exportado de forma internacional a una velocidad cada vez mayor», indica el estudio, basado en un modelo predictivo que señala a Shanghái, Pekín y Guangzhou como las ciudades con más probabilidades de sufrir los principales focos de la enfermedad. Muchos temen que esas megalópolis sean las siguientes en sufrir cuarentena, y Pekín ayer decidió cancelar todos los grupos turísticos. Los expertos añaden que los países más amenazados son Tailandia y Japón.

Ante el oscuro horizonte que amenaza la salud de la ciudadanía y la economía de la segunda potencia mundial, el gobierno central decidió ayer tomar cartas en el asunto y el propio presidente del país, Xi Jinping, se puso al frente de la gestión de la crisis,

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