EUROPA PRESS

  • En 2017 se registraron 210.671 nuevos casos de lepra en todo el planeta.
  • Pero también hay lepra en España: 8 nuevos casos en 2018 y 18 personas en tratamiento.

Mujer con lepra

Cada minuto y medio una persona se contagia de lepra en el mundo, una enfermedad que sólo en 2017 registró a 210.671 nuevos casos. El dato lo apuntan la Fundación Fontilles y Anesvad, que recuerdan que la enfermedad está avanzando de forma rápida en el Mediterráneo Oriental, América, África, Pacífico Oriental y algunas zonas de Europa. Este domingo ha sido el Día Mundial contra la Lepra.

Aunque esta enfermedad suele afectar a las regiones más vulnerables, en los países desarrollados también está presente. De hecho, en 2018 en España se notificaron al Registro Estatal de Lepra del Instituto de Salud Carlos III-Centro Nacional de Epidemiología 6 nuevos casos en Castilla y León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia y Madrid (uno en cada comunidad). Al acabar el año, había 18 personas en tratamiento: 4 en Cataluña, 2 en Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Madrid, y 1 en Canarias, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura, Navarra y País Vasco.

Respecto al 2017 se notificaron ocho nuevos casos (2 en Madrid y en el País Vasco, y 1 en Aragón, Cataluña, Galicia y Navarra), y al acabar dicho año había 24 personas en tratamiento (8 en Cataluña, 4 en Madrid, 3 en Galicia, 2 en Baleares, Castilla-La Mancha y País Vasco, y 1 en Andalucía, Castilla y León, y Navarra).

La lepra provoca lesiones cutáneas (en forma de úlceras, protuberancias e hinchazón) en las que el paciente presenta una importante disminución de la sensibilidad. Con el tiempo, si la enfermedad no es tratada adecuadamente mediante la combinación medicamentosa que desde 1995 proporciona la Organización Mundial de la Salud (OMS) de forma gratuita, puede producir destrucción de las mucosas de la boca y nariz, pérdida de dentición y deformidad de rasgos faciales y extremidades.

Son estas secuelas, tal y como ha recordado Anesvad, las que estigmatizan a las personas que sufren la enfermedad, que en muchos casos son excluidas por sus comunidades y familias, condicionando así su desarrollo y posibilidades de trabajar y llevar una vida “digna” en igualdad de condiciones.

Ahora bien, pese al avance generalizado de la enfermedad,

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