Un dolor agudo y punzante que te deja postrada en cama durante días, con vómitos y diarreas. “Es como si te arrancaran las entrañas”, asegura María Ángeles Poveda, presidenta de la agrupación de pacientes EsEndo y una de las muchas mujeres que sufren endometriosis en el mundo. María Ángeles supo que tenía la enfermedad cuando tenía 17 años. Le explicaron que, en su cuerpo, el endometrio (tejido uterino) no solo se forma en su ubicación natural, que es el útero, sino también fuera de ella, y que por eso sufre grandes dolores que empezaron durante los periodos y se han cronificado. “Fueron mis primeros ingresos. Me dejaban en observación y me daban calmantes para el dolor”, recuerda con cierta impotencia.

Al igual que ocurre en una menstruación normal, los focos de tejido que se generan en otras zonas del cuerpo adelgazan y producen sangrados con cada ciclo, y, en algunos casos, el tejido cicatriza y es necesario pasar por el quirófano. Con 20 años, dicha cicatrización precisó una intervención quirúrgica por primera vez. Dos décadas después, con 40 años, la mujer calcula haber pasado por unas 24 operaciones. Aunque la mayor parte de los casos de endometriosis no son tan graves como el suyo, la enfermedad es una dura prueba para un 10% de la población femenina, unos 176 millones de personas, explican Raquel Oliva y Pilar Marín, integrantes de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y responsables del curso de endometriosis de la sociedad, quienes añaden que la cifra es estimada.

La cirugía no garantiza que los focos no vuelvan a aparecer

“Lo normal es que el crecimiento del tejido uterino ocurra en la zona pélvica (habitualmente en forma de quistes en los ovarios), pero en algunos casos puede darse en otros órganos del cuerpo, como el intestino, la vejiga e, incluso, en los pulmones o en el cerebro (en muy pocas ocasiones)”, aclara Oliva. Con las cirugías se busca eliminar esos focos de endometriosis que aparecen en el cuerpo. Y eso, en ocasiones,

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